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Debo llevar a cabo un esfuerzo sobrehumano para lograr a oír los susurros que recita de cara al altar. Da lo mismo que sea en latín o en castellano si al fin y al cabo no se marchan a oír las palabras que el sacerdote repite. Da igual que sea en latín o en castellano si con el tiempo me debo parar y arrodillar porque el resto lo hacen y no por el hecho de que sé que debo hacerlo. Da igual que sea en latín o en castellano si la misa se regresa costumbre y pierde su sentido inicial. Regresa el llamado rito clásico, impresionante por la presencia del sacerdote de espaldas a la multitud, de cara al altar, como ocurría antes del concilio Vaticano II. Esta clase de celebraciones aceptadas con normalidad por Roma han vuelto a volver como estaba en la localidad, superando de este modo sus celebrantes una exclusiva adversidad.
Introibo ad altare Dei…» («En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Beato. Amén. Me acercaré al altar de Dios…»), afirma el sacerdote, desde el presbiterio. «Ad Deum qui laetificat iuventutem meam» («Al Dios que llena de alegría mi juventud», argumentan los fieles, por su parte). Una de las señoras que termina de comulgar se devuelve a su puesto y me mira con antipatía. No sé si es por haber sido el único de los nueve que se quedó en su sitio sin comulgar, o por dado que prosigo parado (cuando debería estar sentado o arrodillado), o pues tengo mi cabeza al descubierto sin un pañuelo que me cubra la calva por completo.
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Las viejas piedras de la iglesia de Santa Cruz de Mondoi, un templo del siglo XII situado en el ayuntamiento coruñés de Oza dos Ríos, siguen escuchando rezar en latín. Cuando, por idea de Una Voce, asociación dedicada a «preservar y fomentar la liturgia clásico», Juan Jacobo Ardá, un sacerdote veinteañero natural de Laraxe, en el municipio de Cabanas, y con raíces en la parroquia fenesa de Santa Mariña de Sillobre, celebra una misa tridentina. Una eucaristía en la que se oficia, como era regla establecida antes del Concilio Vaticano II, de cara al altar. En concreto, se trata del Instituto de Cristo Rey Sumo Sacerdote, una sociedad de vida preceptiva secular, que tiene como carisma propio la celebración de la liturgia clásico y que no vio aprobada sus constituciones hasta hace solamente cinco años. Una idea puesta en marcha a fines de los 80 por dos sacerdotes y establecida formalmente en 1990 en Gabón. Están presentes en varios países de Europa, además de en África y también en USA; aquí, en España, llevan veinte años establecidos en Madrid, y recientemente se han predeterminado en Gibraltar, atendiendo servicios como el del Oratorio cada domingo. Lo interesante es que el sacerdote que festejaba la misa «tridentina» leía con determinada soltura y sentido las partes recurrentes que se recitan en todas las misas.
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Lo mismo logró con el Evangelio, previo traslado del misal con el atril por la parte del «monaguillo». En los dos casos la lectura la efectuó de espaldas a las personas a las que iba destinada. El obispo asimismo será responsable de contrastar si es oportuno o no mantener las celebraciones según el antiguo misal, comprobando su «utilidad eficaz para el desarrollo espiritual». De hecho, será preciso que el sacerdote encargado tenga en cabeza no sólo la celebración digna de la liturgia, sino asimismo la atención pastoral y espiritual de los fieles. El obispo «se preocupará de no autorizar la creación de nuevos conjuntos». Para eludir nuevas rupturas y eludir que se alejaran de Roma algunos católicos de sensibilidad tradicionalista, en el año 2007 Benedicto XVI autorizó la libre celebración de esta misa, que pasó a presentarse como \’forma excepcional del rito de roma\’. La misa se festeja cada domingo a las 12 del mediodía y es viable merced a la confía que el obispo diocesano, Rafael Zornoza, hizo a una curiosa institución religiosa de reciente implantación que asiste a Cádiz cada domingo desde la diócesis de Gibraltar, donde han establecido una presencia.
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En el 2007, el Papa Benedicto XVI dejó que se celebrara la misa tridentina cuando los leales de esta manera lo pidieran. (El Procurador entregó a una de sus hijas en el altar del templo de San Agustín con la Misa de Coronación de Mozart y el latín resonando en los oídos de senadores y jueces). En 2009 el Vaticano le levantó la excomunión de los cuatro obispos lefebvristas. En 2012, por realizar publicas sus opiniones negacioncitas del Holocausto judío, el arzobispo Richard Williamson fue excluido de la Fraternidad.
Ahora el enlace con el Vaticano se hará mediante la Congregación para el Culto Divino. Han pasado catorce años y no se ha producido ese acercamiento al resto de la Iglesia que procuraba el ahora Papa retirado.
Pero pese a los acercamientos, los lefebvristas prosiguen sin ser reconocidos de manera lícita por el papado. Y proseguirán sin estarlo hasta el momento en que suscriban las determinaciones del Concilio Vaticano II. Hasta el momento en que obedezcan.
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