Por qué Todo el mundo Habla sobre Informacion Sobre La Iglesia Catolica

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Sólo Dios es infalible por naturaleza, pero tal como hace competidores a las criaturas de otras mejores suyas, así dió al Papa, y por su medio a la Iglesia Católica Romana, el don de la infalibilidad. Si el Profesor supremo de la religión no nos ofreciera más garantía que la del talento y del estudio, tendríamos razón de dudar en admitir sus enseñanzas, y-70- mucho más tratándose de los misterios de la fe. Es cierto que el Señor nos los ha dejado escritos en los Sagrados Libros; pero también lo es que un libro es letra fallecida, que los más no comprenden, y del cual unos sacan una doctrina y otros la contraria; tanto mucho más, que la Biblia Santa se versa en verdades totalmente superiores a la razón, y a cada paso encierra muy, muy altos secretos.

No nos pongamos a escudriñar vanamente de qué forma sucederán estas cosas, porque exceden nuestros cortos alcances, y son obras del Todopoderoso. Dios, al resucitarnos, satisfará la tendencia natural del alma humana a sumarse al cuerpo; los malos, sin embargo, desearán entonces morir y quitarse la vida, y que ni su alma viviera; pero nada de esto les va a ser tolerado, porque la resurrección general es para una vida eterna y sin fin. Por otra parte, ¿no es justo que después que Dios sufrió y murió por socorrer, se nos demande algo más penoso?

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Asimismo los ángeles buenos son santos, y es justo y beneficioso invocarlos, principalmente al Ángel de nuestra guarda, que de día y a la noche, en casa y fuera de ella, nos asiste y defiende, sugiriéndonos buenos deseos, y presentando a Dios y a su Madre Santísima nuestras oraciones, a las que él y los demás espíritus bienaventurados juntan las suyas. Enorme veneración se merecen los ángeles; como que los santurrones a quienes Dios regaló con la visita de alguno de ellos, se prosternaban en tierra llenos de santo pavor en su presencia. Tan excelsa es esa Señora, que, después de Dios,-103- nadie tan increíble como su Madre, a quien las tres divinas Personas adoran mucho más, y por lo mismo han favorecido mucho más que a ninguna otra criatura. Podemos decir con san Alfonso María de Ligorio, que la primera gracia otorgada a la Virgen sin mancilla fue mayor que cuanta gracia ha distribuido y distribuirá Dios entre todos y cada uno de los ángeles y santurrones; gracia que la Señora duplicó a cada momento con su especial cooperación, logrando una santidad sin igual y solo inferior a la del mismo Dios, como enseña el papa Pío IX.

Allí son todos puros como ángeles; ni precisan alimento ni sueño, y los que mucho más en este mundo se sacrifican por amor de Cristo, reciben mayor premio en sus potencias y sentidos, y los mártires, vírgenes y sagrados doctores-81- disfrutan de especiales prerrogativas, y relucen con singular aureola. Todos, buenos y pésimos, morimos, y todos tenemos que resucitar, a fin de que no sólo en el alma, sino más bien también en el cuerpo, recibamos premio o castigo, ya que del cuerpo se sirven los buenos para la virtud, y los malos para el vicio. No va a haber en la resurrección ciegos, mancos o contrahechos, pues en aquella obra de Dios no interviene la naturaleza de donde proceden semejantes defectos. Ni esto quita que los cuerpos, con que resucitemos, sean verdaderamente exactamente los mismos en que en este momento vivimos, si bien distintos unos de otros en ciertas características.

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• Cuanto pidiereis en la oración, se les dará; pero habéis de pedir a nombre mío, o sea, cosas que me agraden a mí, aduciendo mis méritos; no los propios, como el soberbio fariseo.
• Pide un niño a la madre el cuchillo, y no se lo da, sino ella le parte el pan; ya que así Dios, si ve que le solicitamos lo que será malo o peligroso, nos da otra cosa mejor.

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La vida del alma, que todos tenemos que sustentar so pena de perderla, y con ella el objetivo a fin de que estamos en el mundo, es la sobrenatural; y para ella pedimos a Dios, en el Padre nuestro, el pan o sustento sobrehumano. El pan material y el espiritual quiere nuestro Padre que le solicitemos cada día, y que de tal forma nos le busquemos con nuestra industria y trabajo, que pongamos nuestra seguridad en el amor que nos tiene. Dios mira por sus hijos, y condena la avaricia y congojoso temor de que nos falte, y el desatender los deberes religiosos por aproximar recursos materiales. Iban ya una porción de años que los Apóstoles predicaban el Santo Evangelio, y existían en múltiples naciones iglesias de cristianos, cuando inspiró primero a san Mateo, y pasados años, sucesivamente a san Marcos, san Lucas y san Juan, que pusiesen por escrito muchas de esas verdades.

R.- Porque creo que la Iglesia católica es obra de Dios, y tengo la doctrina que ella enseña, y rechazo lo que ella rechaza. En la exhortación postsinodal, Francisco no contempla ordenar sacerdotes no célibes y llama a un protagonismo de los laicos. El escritor canadiense Brett Fawcett da el contexto histórico de estas instituciones, y aclara la responsabilidad del gobierno y de las iglesias. L sendero para una realidad nueva, para ascender a lo profundo de la vida y a la alegría de lo sano y lo bueno va a venir por pasos enserio y sencillez en el vivir y en el ser. Necesitamos avanzar en el rastreo de Cristo que nos abre a la fraternidad verdadera con toda la realidad. R.- De la salutación del Ángel y de santa Isabel se tomó la sección primera; y la Iglesia añadió la última. R.- Para que, como buenos hijos, acudamos cada día a nuestro Padre, viviendo sin codicia, fiados de su Providencia.

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Los obispos suceden a los Apóstoles en el cargo episcopal; pero ninguno, sino más bien el romano en la propia silla, y menos aún en la autoridad totalmente apostólica y suprema, cual la recibió san Pedro. Lo entendemos, y la Iglesia es quien mucho más lo deplora, como el divino Maestro lloró la maldad de Judas. Pero entre los beatos relucen incontables ministros del altar, obispos, papas; y si los pésimos hacen profesión de publicar cualquier caída del sacerdote, y de asistir, a falta de hechos ciertos, a la calumnia, eso mismo prueba que el estado eclesiástico en general es virtuoso. En una sección van a ser más los buenos, en otra quizá los pésimos; pero en absolutamente nadie con mucho más entereza reprende la Iglesia el vicio, como en sus ministros, lo cual prueba que es santa, y que regularmente trabaja por realizar santos a sus hijos. Observamos a cada paso que en necesidades urgentes se nos socorre con sólo llamar a Jesús o a María, al tiempo que los mismos santurrones tardan años en conseguir alguna merced.

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